Abracadabra: Homo Inanis (Delirios del siglo XXI)

Los delirios ciber-mesiánicos, el anti-intelectualismo y la cultura de la posverdad, son los reales enemigos de nuestro tiempo.

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El siglo XXI, con todo y su rampante avanzada de tecnologías y ciberpromesas que conectan con el éxito inmediato, bien podría ser recordado en el futuro con el nombre de “el siglo de la locura”.

Lo anterior no es para nada un exceso, si al encender el ordenador, lo primero que miramos es el rostro (celebre hasta el hartazgo) de Elon Musk, por ejemplo, quien representa a la perfección la brutalidad y fascinación por todo lo anti-intelectual; el CEO por excelencia, joven aún, millonario, y decidido a cambiar el mundo a tuits; aunque ello implique dar de baja a sus empleados por vía remota, como un guerrero revestido de arrobas o hashtags y en su mano; una guadaña que destila toda clase de excesos virales.

El periodismo, que solía ser un recurso para revitalizar la democracia, ha pasado a segundo término ante la efervescencia de las fake news, que no importa el lugar o el momento en que se pronuncien, si cuentan con millones de likes; ahora serán tomadas como ciertas.

El hedonismo que detonó en pornografía, y que seguramente, consiguió la destrucción de muchos grandes imperios y civilizaciones, hoy tiene la forma de una nueva clase de culto a la estupidez, la que tiene como base una serie de posicionamientos tan añejos como la historia, y que ahora, en el siglo de la IA, llegan recargados; por ejemplo: la tierra es plana (aunque hace mucho se determinó que no es así), los hombres reptil dominan al mundo (era una serie ochentera, muy divertida, por cierto), siempre alguien nos vigila (y ¿cómo no?, si aquí lo que vende es la mutua desconfianza).

Debemos admitir que por extraño que parezca, vivimos en un punto de inflexión donde el Homo Sapiens Sapiens, ha preferido dejar de lado el razonamiento y sentarse a tomar un break, cuando ahora lo que más necesitamos, es de un pensamiento crítico que haga contrapeso al siempre amenazante pensamiento único.

El advenimiento de un imperio del porno ideológico (solo por darle un nombre), cuya máxima señal es la decadencia intelectual, asienta su poder a costillas de una evidente ausencia de empatía en todos los niveles de la sociedad, una falta de comunidad como tal, con vínculos fuertes que den a luz la salvaguarda de aquellos valores éticos que considerábamos intocables: justicia, dignidad, defensa de la vida humana; entre otros.

Incluso la política y la justicia, bailan al son de los retos virtuales del tik tok y la autocomplacencia de las nuevas inquisiciones, cuya búsqueda es la revancha y no el cambio de rumbo, y me refiero a los promotores de la “identidad de género”, el “neofeminismo”, y todos los “ismos” incluyendo el “veganismo”, o el sempiterno “animalismo”, emanados del reino de las tendencias que además son pro-dictatoriales y tiránicas; pues recurren a la imposición e incluso a la violencia, y no al diálogo de las ideas.

Así tenemos leyes que parecieran haber sido acuñadas desde lo más profundo de las vísceras, leyes acorde a las emociones y no al sentido común, leyes a beneficio de una turba de histéricos que todavía no despiertan de su rabiosa resaca intelectual.

Pero las delirantes ideologías del siglo XXI, con gran poder e influencia en los Estados Unidos y América Latina, no son producto de la generación espontánea o la casualidad, todo lo contrario, son parte de una agenda perversa cuya real intención; es el desarraigo y la manipulación del género humano.

En sus apasionantes aventuras filosóficas, Zygmunt Bauman criticó a lo que dio en llamar “sociedades líquidas” (1999). Una sociedad vulnerable, que, ante la prisa de las tecnologías, la incertidumbre, o la ausencia de identidad; permitió que sus vínculos humanos se redujeran al mínimo posible. En su libro “La nueva tiranía” (2009), el intelectual español Juan Manuel de Prada, por su parte; advirtió los peligros del puritanismo de nuestro siglo, aunado al poder de las ideologías cargadas de veneno, que buscan adormecer el razonamiento.

El reputado Umberto Eco hizo lo propio en su libro “De la estupidez a la locura” (2016), un texto esclarecedor, donde el autor critica el profundo retroceso intelectual de nuestro tiempo; potenciado por la “sabiduría online”, el “ciber-mesianismo” y la devoción de las nuevas generaciones por lo fake.

Los tres pensadores antes mencionados, son básicos para entender la profundidad de los males ideológicos del siglo XXI.

Pero sin duda, el caldo de cultivo favorito de los delirios del siglo XXI, es la llamada “generación de cristal”, este último, es un término acuñado por la filósofa española Montserrat Nebrera; para referirse a los adolescentes de la actualidad. Nebrera les ha llamado así, debido a que son tan delicados como el cristal (literal), emocionalmente frágiles y dotados de una nula capacidad de autocrítica; una baja tolerancia al diálogo, así como una sed enfermiza de reconocimiento.

Dicha generación, es ahora la encargada de inaugurar al son inconsecuente de los likes, una multitud de retos virales y experimentos cuyo único propósito es la creación de contenido sin ton ni son. Dicho contenido va desde los ya mencionados pranks (retos), donde se golpea a desconocidos o se les gasta bromas con armas reales o de juguete, e incluso; aquellos donde se pide beber la mayor cantidad de alcohol en el menor tiempo posible. El resultado, a todas luces desalentador, son las propias muertes (algunas de ellas grabadas en vivo), tiroteos y hasta accidentes, todo sea por el culto a la popularidad.

En el ámbito social, estamos ante el advenimiento de un nuevo prototipo de humano: uno que yo he llamado homo inanis (hombre vacío), y que tiene las siguientes características:

  • Pertenece a la llamada “generación de cristal”, lo que es fácil de entender debido a su natural vulnerabilidad e inmensa necesidad de reconocimiento.
  • Su pasatiempo favorito es el chantaje moral en las redes sociales.
  • Su especialidad son los retos virales, pretende vivir de los likes y la monetización de su contenido, mucho de este de características “basura”, es decir; sin ninguna clase de aporte social ni sentido mínimo de la reflexión.
  • Ni la ética ni tampoco la dignidad están en su lenguaje, busca la fama y el dinero a costa de lo que sea.
  • El contenido que promueve o genera, es humana y culturalmente degradante, lo que se refleja en letras de canciones que hacen apología de la violencia, o enaltecen las actividades delictivas.

El homo inanis, podría no alcanzar los cincuenta años de edad, pues en si mismo representa el culto a lo efímero del siglo XXI, con todo y sus trampas ideológicas. Lo mueven la incertidumbre o la falta de congruencia, y en el fondo, como en la superficie de su vida, alimenta la idea (aterradora) de que es mejor cultivar riqueza y fama inmediatas, aunque para lograrlo deba morir.

El homo inanis, la muestra más evidente de la derrota moral del siglo XXI, ha abierto los ojos en un mundo cada vez más desigual tanto como patético, donde todos los días se hace a un lado la ética, y el concepto de ciudadano o comunidad, se ha disuelto en pro de una nueva clase de oscurantismo que incluso; ha logrado regular nuestra manera de hablar en público.

Esto último quiere decir, que de la misma manera que han vandalizado las calles y los edificios públicos, motivados por la revancha, los promotores de la nueva inquisición, buscan imponer la “ideología de género, un despropósito intelectual que, además, por si fuera poco, quiere apoderarse del acontecer a partir del dictado de leyes que regulen nuestra manera de conducirnos en sociedad; algo imposible de creer».

Ese mismo puritanismo rabioso y vengativo, cabalga a través de poderosas organizaciones con financiamiento de las universidades de los Estados Unidos, y hoy pretenden erigirse en los todopoderosos censores de la vida pública. Son los mismos que echan a los maestros de las aulas bajo cualquier pretexto, boicotean libros, y hasta se dan el lujo de juzgar a personajes históricos ya muertos, por los devaneos de su vida íntima.

No es cosa de juego. Hoy, lamentablemente, las universidades, creadas no únicamente para estudiar, sino para acuñar un estilo de vida basado en el intercambio de las ideas, se han convertido en el escaparate de toda clase de ideologías infecciosas. Esto último, se refleja en el vecino país, donde, por cierto, 72 universidades ofrecen abiertamente el cambio de sexo a sus estudiantes.

Este no es un alegato contra la modernidad, tampoco contra la diversidad sexual, entiéndase, es el artículo de alguien que ve morir la congruencia frente a los delirios ciber-mesiánicos, el anti-intelectualismo y la cultura de la posverdad, reales enemigos de nuestro tiempo.

Criticable es a todas luces, que mientras en el mundo, tan solo en el 2023 la pobreza afectará a 700 millones de personas, las universidades, cuyo propósito es forjar a las nuevas generaciones para enfrentar a un mundo en total desigualdad, respondan a las inquietudes de sus alumnos con recetas de cambio de sexo ¿no es patético?

Es real. Universidades como la de San Francisco, Illinois y Vanderbilt, han incluido sendos programas que ellos mismos han nombrado de “salud global”, y donde además de financiar estas operaciones, invitan a los estudiantes de medicina a familiarizarse con el tema, presumiendo su Centro de Excelencia para la medicina Transexual.

¿Hay algo malo en recurrir a los cambios de sexo? No, lo que resulta desproporcionado, es que quienes deberían luchar contra el cáncer, el VIH, el ALZHEIMER, prefieran subirse al tren que dictan los lobbies de la modernidad; una modernidad incapaz de brindar una definición aceptable y humana de lo que es el bienestar.

Es por demás evidente la mano siniestra de George Soros, CEO de la élite global, y su interés por mermar la población, amén de buscar la erosión de la identidad con planes y proyectos que atentan contra la dignidad, y el razonamiento de la especie humana.

¿Permitiremos que el homo inanis, un esperpento global que nació muerto, al ritmo cardiaco del fentanilo y otras creaciones macabras, determine lo que haremos con nuestra comunidad, decida nuestro acontecer cultural y hasta biológico?

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