Abracadabra: Los años de Porfirio

Porfirio Muñoz Ledo fue muy probablemente, el último heredero de personajes como Jaime Torres Bodet, Martín Luis Guzmán o el propio Jesús Reyes Heroles.

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La muerte del político mexicano Porfirio Muñoz Ledo (1933-2023), marca un punto de inflexión en el panorama público de México; se trató sin duda de un personaje llamativo, y con presencia en la historia de nuestro país por fueros propios.

Conversador nato, lector asiduo tanto como autor, dueño de una cultura y bagaje indiscutibles, Porfirio Muñoz Ledo fue muy probablemente, el último heredero de personajes como Jaime Torres Bodet, Martín Luis Guzmán o el propio Jesús Reyes Heroles, intelectuales ligados al poder y las ideas; al igual que el político nacido en 1933 en la Ciudad de México.

Afiliado al PRI durante los duros años de un Presidencialismo que se sostuvo sobre aristas, después de haber sido un estudiante destacado, Muñoz Ledo, llegó a ser Secretario de Educación Pública, así como Secretario del Trabajo y Previsión Social, alcanzando la dirigencia del PRI en el año de 1975. La brújula política lo convirtió en uno de los “suspirantes” eternos a la Presidencia de la República, algo que intentó en dos ocasiones: durante la recta final de los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez, y José López Portillo.

Su temperamento incendiario, pero también sus amplios conocimientos del Derecho y la Ciencia Política, lo llevaron a revelarse como un extraordinario orador, capaz de hundir a sus oponentes utilizando sus mejores armas: la memoria prodigiosa, la cita de autores o libros, así como frases demoledoras cargadas de un implacable sarcasmo.

Su brillante trayectoria en el ámbito público, no estuvo exenta de tropiezos o controversias, como aquella que protagonizó en Nueva York, en 1985; cuando fungía como Representante Permanente de México ante la ONU. El empresario Steven Goldstein, acusó a Muñoz Ledo de romperle uno de los vidrios de su vehículo, tras sostener una acalorada discusión afuera de la sede diplomática de México en la ciudad de hierro, motivada por el espacio de estacionamiento que Goldstein, por cierto; habría invadido.

El duro reclamo de los Estados Unidos no se hizo esperar, y Muñoz Ledo fue relevado de su cargo por el canciller Bernardo Sepúlveda. Desde México, Porfirio acusó una bien estructurada campaña de difamación orquestada en su contra, añadiendo que no había sido él, quien protagonizó el escándalo, sino su chofer. Pero Muñoz Ledo, ya había logrado incursionar en la historia de la diplomacia internacional desde la ONU, donde se había convertido en el único mexicano que coordinó al llamado Grupo de los 77, e incluso; presidió al poderoso Consejo de Seguridad de la propia organización con sede en Nueva York.

Al lado de personajes de la talla de Gilberto Bosques, Jaime Torres Bodet e Isidro Fabela, Muñoz Ledo, fue uno de los mexicanos que mas altura alcanzó en el panorama diplomático internacional; y de México para el mundo.

Las contrariedades del entonces todavía vivo, como poderoso Sistema Político Mexicano, en el cual se había formado, llevaron a Porfirio a tomar distancia del PRI; y desde el interior de ese mismo instituto político, se atrevió a crear la Corriente Democrática, al lado de Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Martínez, que al igual que él, fueron distinguidos priístas.

La conformación de dicha corriente, que pugnaba por la alternancia política y el fin del Presidencialismo, fue la antesala del PRD, partido que terminó contendiendo por la Presidencia de México en 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, y como brazo derecho e ideólogo de este; el propio Muñoz Ledo. Aunque Cárdenas no logró ser presidente, y señaló un escandaloso fraude orquestado desde Palacio Nacional, el PRD se alzó como la organización política opositora al régimen por excelencia, y Muñoz Ledo alcanzó una curul en el Senado, donde se erigió como el protagonista de atronadores discursos.

Tiempo después, ya en el año de 1997, desde su posición de diputado, Porfirio Muñoz Ledo ingresó a los anales de la historia al convertirse en el primer parlamentario de oposición, en responder un informe presidencial. El discurso de Porfirio fue duro, rico en referencias históricas, valiente y mordaz, características de su autor; un hombre de Estado.

Durante la alocución de Muñoz Ledo, el entonces Presidente Ernesto Zedillo, intentó disfrazar su inquietud con un gesto adusto, aplaudiendo con timidez los finales del flamante discurso. Minutos antes, Muñoz Ledo había apretado fuertemente la mano de Zedillo, mirándolo fijamente, en un hecho que consignó la prensa internacional. El Informe Presidencial, una muestra de los artilugios del poder, había sido quebrado desde sus entrañas políticas por un hombre, que, aunque formado en los estertores del priísmo, se había convertido en su principal opositor, ese era Porfirio Muñoz Ledo.

Tiempo antes de este suceso, Porfirio había de nuevo ofrecido una dura lección de política a Zedillo, al coordinar el llamado “Bloque Opositor” desde la Cámara de Diputados, convirtiéndose en un verdadero dolor de cabeza para el sistema político.

La obsesión de Porfirio por convertirse en Presidente de México, terminó por distanciarlo de Cuauhtémoc Cárdenas, quien le ganó la nominación desde el interior mismo del PRD. Indignado, Porfirio, acusó a Cárdenas de haberse transformado en un caudillo, y de traicionar los ideales de la izquierda que ambos ayudaron a construir. Incluso en sus memorias, Porfirio Muñoz Ledo señaló a Cárdenas, de haber pactado con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.

En el año 2000, ya alejado del PRD, Porfirio aceptó la nominación del PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana) a la Presidencia de la República, sin embargo, en una maniobra de supervivencia política, declinó en favor de Vicente Fox Quezada; quien se convirtió en el primer presidente que no provenía del PRI. Fox nombró a Muñoz Ledo, Embajador de México ante la Unión Europea, en un gesto que algunos analistas interpretaron, como una manera inteligente de alejar de México al veterano político.

En el 2006, se unió al proyecto de Andrés Manuel López Obrador, a quien acompañó durante el lapso de 12 años y tres elecciones, que decantaron en su triunfo ante las urnas en el año del 2018. Nuevamente, Porfirio atrajo los reflectores al entregar él mismo la banda presidencial a López Obrador, en un hecho histórico.

Pero tal como sucedió en todos los proyectos políticos a los que perteneció, Muñoz Ledo terminó distanciado de la llamada 4T, y de su líder sempiterno AMLO. El punto neurálgico de su alejamiento, fue la aspiración del veterano político a la dirigencia de MORENA, que al final terminó en manos de Mario Delgado. En sus comentarios, Muñoz Ledo acusó a Delgado, de despojarlo de su candidatura a una diputación, así como de “meter las manos” en el proceso interno de MORENA.

Otros, interpretaron la reacción de Porfirio, como una de más de sus rabietas, pues según sus propias declaraciones, el gobierno le habría prometido la embajada en Cuba, situación que al final, no sucedió.

Para algunos un respetable mentor, para otros, un personaje emocionalmente inestable, proclive a la arrogancia y la altivez; indudablemente, Porfirio Muñoz Ledo, es uno de los personajes más destacados de la vida pública del país, y uno de los mas visibles de los últimos cincuenta años.

Imposible obviar su gestiones para mejorar el salario mínimo, cuando se desempeñó como Secretario del Trabajo. De igual manera, su destacada participación en la arquitectura jurídica y política de la Constitución de la Ciudad de México, de la cual fue redactor; junto a otro grupo de notables. También su lucha a favor de la Igualdad Sustantiva, y la democratización de los partidos políticos, en su cruzada contra el Presidencialismo.

Del baúl de la historia, un hecho para la posteridad; la interpelación de Muñoz Ledo al presidente Miguel de la Madrid, en el último informe presidencial de este. Ante el grito de: “quiero interpelar al presidente”, el también legislador Miguel Montes, un siervo del régimen priísta, intervino para aclarar que no era posible otorgarle la voz a Muñoz Ledo, pues el reglamento lo prohibía. Montes le pidió al secretario de la Cámara de Diputados, José Murat, que leyera los artículos que tácitamente, señalaban que no se debía interrumpir a de La Madrid.

Acto seguido, Porfirio Muñoz Ledo, abandonó el recinto, acompañado de los legisladores de izquierda. Mientras los priístas le gritaban ¡traidor!, su rostro se iluminaba, era la alegría de un hombre que entendió la futura extinción del régimen priísta. Había nacido el otro Porfirio, el de la ruptura, el audaz, el insolente ante el poder, el irreductible como el transcurrir del tiempo.

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