Abracadabra: Los intelecuales y el poder

La relación entre los pensadores y el poder no es novedosa, se remonta a la antigua Grecia, el Renacimiento y la Revolución Francesa.

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La relación entre los pensadores y el poder no es novedosa, se remonta a la antigua Grecia, el Renacimiento y la Revolución Francesa; solo por citar un par de ejemplos. Durante siglos, algunos genios e intelectuales del mundo, verdaderos creadores de las tesis y programas impulsados por los movimientos sociales y políticos más importantes; han ostentado cargos públicos, y trabado relaciones “provechosas o distantes” – según sea el caso- con los gobiernos; México no ha sido la excepción.

Tal vez el ejemplo más destacado de la incursión de un sabio en la política de nuestro país, es el de José Vasconcelos (1882-1959). Hombre inquieto, proclive a la lectura de los clásicos griegos, destacó como Secretario de Educación Pública y Rector de la UNAM. Su relación con el poder político, puede ser calificada de cercana o distante; según el momento histórico que vivió.

El intelectual oaxaqueño, se lanzó por la Presidencia de México, siendo nominado formalmente ante la Convención del Partido Nacional Antirreeleccionista en el año de 1929. Pero la aventura resultó una triste odisea en la vida de Vasconcelos, quien al verse superado por Pascual Ortiz Rubio (candidato del oficialismo); hubo de abandonar el país y la fe en México.

Más allá de sus tribulaciones políticas, Vasconcelos fue un destacado funcionario público, que desde su despacho y fuera de él, promovió la lectura y la difusión de las artes con gran tino. Se trató del primer intelectual mexicano de la posrevolución, en haber aspirado a la Primer Magistratura del país; luego de este, no ha habido otro caso parecido en la Historia de México.

Se necesita también limitar o suprimir todos los poderes políticos del Presidente, pero sin quitarle sus facultades de administración; al contrario, es menester que las leyes y Cámaras den al Ejecutivo toda suerte de facilidades para que administre los bienes comunes, para que impulse la explotación de las riquezas nacionales: para que facilite y perfeccione los servicios públicos; para que eduque y construya y para que infunda alientos de progreso a toda esta raza nuestra, decaída, pero anhelante. Se necesita exigir que los Presidentes sean grandes administradores, creadores y arquitectos; por eso debe escogérseles a base de capacidad y de honestidad”; diría Vasconcelos, en su discurso de nominación como candidato.

Pero la suerte estaba echada. El Maximato había retenido el poder a través de unas elecciones marcadas por la arbitrariedad y el fraude, imponiendo al político michoacano Pascual Ortiz Rubio; como vencedor único de la contienda. El país, dejó escapar la oportunidad de tener a un hombre virtuoso en la silla presidencial, a cambio; México recibió la bota militar y el yugo de los generales mexicanos como respuesta.

Otro caso relevante fue el de Jaime Torres Bodet (1902-1974). Escritor y diplomático, discípulo de Vasconcelos, que desde las diferentes responsabilidades públicas que ostentó; obtuvo reconocimiento nacional e internacional. Como secretario de Educación Pública, destacó en la construcción de escuelas y la programación de una campaña de alfabetización de grandes magnitudes. Además de lo antes mencionado, Torres Bodet; fue Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y Embajador en Francia.

No podemos omitir a Martín Luis Guzmán (1887-1976). Periodista y escritor, quien no pudo resistir a la magnética personalidad de Pancho Villa uniéndosele; y acompañándole en su lucha. Desde su trinchera de intelectual preocupado por el acontecer político y social de México, Guzmán, se convirtió en un cronista distinguido, que en sus textos dió cuenta de la fascinante personalidad del “Centauro del norte” en “Memorias de de Pancho Villa” (1940).

Del mismo modo, elevó a grado de epopeya el acontecer revolucionario en “El águila y la serpiente” (1928), libro necesario para todo aquel que busca conocer la gesta, a través de la mirada de un testigo de lujo. En su novela “La sombra del caudillo” (1929); Martín Luis Guzmán, denunció la corrupción y los excesos de los caudillos de la revolución.

Enfrentado a Calles, Guzmán se vió forzado a abandonar el país en busca del exilio, pasando largo tiempo en Europa, desde donde continuó escribiendo y colaborando para varias publicaciones. A su regreso al país, detentó cargos importantes en el gobierno, entre los que destacan el de representante de México ante la ONU (1953-1958), y Senador de la República.

Nombrado por Adolfo López Mateos primer titular de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, en 1959; sentó desde ahí las bases para el desarrollo de uno de los pilares del sistema educativo mexicano. Sin embargo, con los años, Guzmán pareció olvidar el ideal revolucionario, y en las horas posteriores al 2 de octubre del 68; alzó la voz respaldando al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, apoyando la tesis de la “invasión comunista”.

Luego, vendría la ola de indignación de los intelectuales mexicanos que desaprobaron la conducta errónea de Guzmán, quien estaba ya muy lejos de ser aquel perseguido de los gobiernos autoritarios contra los que luchó; un hombre de ideales progresistas.

Otros intelectuales que detentaron cargos importantes en el Servicio Exterior, y otras funciones públicas, fueron: Rosario Castellanos (1925-1974), Alfonso Reyes (1889-1959), y Renato Leduc (1897-1986), solo por citar algunos.

Sin embargo, es necesario mencionar que muchas de las relaciones de los intelectuales y el poder en México, han estado marcadas por la conveniencia y los intereses económicos.

Aunque el escritor y diplomático Carlos Fuentes, demostró su repudio al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz al renunciar a la Embajada en Francia; no pudo ceder a los encantos del sucesor Luis Echeverría. Así lo manifestó, con aquella frase desafortunada de “Echeverría o el fascismo”; frase que luego personajes de la talla de Fernando Benítez calificarían de auténtica. Pero la seducción de Echeverría alcanzó a varios intelectuales más, quienes al igual que Fuentes, creyeron en los sueños de apertura del entonces presidente; no fue así.

Octavio Paz, fue otro de los escritores y diplomáticos atraídos por el poder en turno. Aunque al igual que Fuentes, también renunció a su cargo como embajador en la India, en franco repudio a Díaz Ordaz; los años posteriores, con De la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, demostrarían la filiación de Paz a los planes y proyectos sexenales.

Frecuentes fueron sus apariciones públicas “acuerpando” los eventos presidenciales, y reiterado su punto de vista respecto al surgimiento del EZLN; y otros temas capitales. Pero el bastión de los favores del salinismo, se lo disputaron dos grupos de intelectuales por igual; por un lado el grupo Nexos, encabezado por Héctor Aguilar Camín, y por otro, el llamado grupo Vuelta, de la revista homónima fundada por Octavio Paz, con la presencia de un joven Enrique Krauze.

Ambos grupos, fueron convidados por el salinismo a eventos, recepciones y actividades diversas, donde el entonces presidente; gozó de los favores y las opiniones eruditas de ambos bandos.

Entonces Aguilar Camín, fue conocido con el mote de “el intelectual orgánico del salinismo”, situación que tiempo después se encargo de negar rotundamente. Pero ya era tarde; las opiniones del escritor sobre temas como el TLC, el levantamiento en Chiapas o el asesinato de Colosio, fueron entonces condescendientes con el poder, y de ello dan cuenta las entrevistas concedidas a la televisión. Más recientemente, el periodista Jenaro Villamil, acusó a Aguilar Camín, de ser beneficiario del poder en turno, mostrando elementos y posibles pruebas documentales sobre el tema.

Pero el historiador y empresario Enrique Krauze, merece un espacio aparte dentro del presente texto. Con el tono ceremonioso que le caracteriza, ha contribuido en más de una ocasión a redireccionar la opinión pública en torno a situaciones de relevancia para el país. Tal es el caso del año del 2006, en donde a través de textos y opiniones, se encargó de vapulear al entonces candidato Andrés Manuel López Obrador, bautizándolo con el mote de “el mesías tropical”. Los comentarios vertidos por Krauze, contribuyeron a enrarecer aún más un proceso donde el gobierno federal, las empresas transnacionales y la televisora de Chapultepec, tuvieron una descarada participación; como después se demostró.

Pero amparado en su innegable inteligencia y agudeza mental, Krauze, siempre se ha encargado de negar que trabaje para tal o cual sistema. Sin embargo sus relaciones personales con los hombres del poder señalan todo lo contrario. Enaltecido como el historiador oficial de la televisión, para nadie es un secreto que forma parte del Consejo de Administración de Televisa, desde donde el factótum de la intelectualidad mexicana, se encarga de promover su particular manera de ver la historia; así las cosas.

Pero también existen los intelectuales no alineados, aquellos que a pesar de los esfuerzos del sistema por incluirlos en la nómina, se han mantenido inamovibles. Tal es el caso de Gabriel Zaíd, Lorenzo Meyer, o el desaparecido Carlos Monsiváis; entre otros.

En el mismo sentido se recuerda a Don Daniel Cosío Villegas. Destacado promotor de la cultura y politólogo, Cosío Villegas, se convirtió en un acérrimo crítico del sexenio de Luis Echeverría. En sus libros el “El sistema político mexicano” (1972) y  “La sucesión presidencial” (1975), desnudó los artilugios y recovecos de la política mexicana y la sucesión,  temas tabú para cualquier intelectual de su tiempo.

Con su gran agudeza mental, Cosío Villegas determinó  la demagogia y el comportamiento monárquico de los presidentes, ubicandolas como serias patologías en el poder, capaces de enfermar la realidad social de un país. La postura de Don Daniel Cosío Villegas ante el poder, que también intento comprarlo; fue la de un eterno estudioso de las costumbres, una suerte de epidemiólogo del pensamiento que pese a estudiar los virus de la política, evitócontaminarse con ellos.

Tal fue su determinación, la de un sabio de primer nivel, que siempre se mantuvo frente a esa presidencia imperial, criticando sus orígenes y excesos.

Ante el comportamiento  arbitrario de los políticos que gobiernan, cabría preguntarse: ¿qué opinaría Cosío Villegas del México actual? ¿Cuál sería su punto de vista de aquellos intelectuales que han dejado de lado su compromiso con la crítica y las libertades, para continuar escribiendo libros de aparador, lejos de una realidad social que reclama su participación?

En todo caso; habría que revivir a Monsiváis o a José Revueltas, repetirnos hasta la saciedad las palabras de quienes con dignidad y espíritu reflexivo; cuestionaron con creatividad al poder y a quienes lo ejercieron.

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