La industria farmacéutica se ha convertido en una fuente inagotable de riqueza para sus propietarios, y hoy, lo primero que hacen es lucrar. ¿Y de curar qué? Eso está por verse.
Los poderosos laboratorios dedicados a la investigación y desarrollo de fármacos, crearon una verdadera red internacional para su producción y distribución, y son los causantes de la muerte cada año de cientos de miles de personas en todo el mundo, mismas que sucumben a los efectos adversos de los tratamientos que se supone les deberían de prolongar la vida.
Durante años, ha sido práctica común que los farmacéuticas pongan a la venta medicinas que no han sido debidamente evaluadas sobre los efectos secundarios que pueden provocar en quienes los utilizan, contando para ello con la complicidad de las autoridades sanitarias de diversos países, que son las responsables de validar la seguridad de estos para su comercialización.
Muchas de estas medicinas, a la postre, terminaron siendo retiradas del mercado, por el daño que provocaron a la salud, como son, Cylert (Pemolina), medicamento para tratar el síndrome de déficit de atención, y se comprobó que causaba grave daño hepático, a pesar de eso, se estuvo vendiendo por 33 años. Darvon & Darvocet (Propoxifeno), analgésico opioide, el cual después de 55 años en el mercado, causó la muerte de 2 mil 110 personas. Y cómo olvidar a la infame Talidomida de los años sesenta, el sedante para mujeres embarazadas que provocó miles de casos de niños que nacieron sin brazos ni piernas, entre otras graves malformaciones. Esta droga, se vendió de 1957 a 1963.
Las voces de los médicos que denuncian estas atrocidades son calladas inmediatamente, y así vemos que a muchos de ellos en su propio país se les ha retirado su licencia de práctica médica al ofrecer tratamientos alternativos que se oponen al negocio de la muerte.
Ante la abrumadora evidencia de que los efectos secundarios de muchos de los medicamentos que se venden cada día causan más perjuicio que beneficio, ha venido creciendo la tendencia a buscar alternativas mas amigables para curar a los enfermos.
Y es por ello por lo que algunas universidades, subsidian investigaciones de productos naturales, para beneficio de la población. Pero son las menos.
En nuestro país, existen cerca de 5,000 plantas medicinales, de estas solo 250, están validadas farmacológica y clínicamente, según afirma Andrés Fierro Álvarez, investigador del Departamento de Producción Agrícola y Animal de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco.
Sería muy aconsejable, que se destinaran mayores recursos para la investigación seria y profesional del inmenso botiquín natural que poseemos. Recordemos que antes de la llegada de los españoles, los pueblos originarios gozaban de una excelente salud.
Puedes leer también: https://metropolimx.com/13-colonias-las-mas-afectada-por-nube-toxica-en-la-paz/
Apostarle al regreso a la medicina natural, permitiría por un lado abatir el déficit de atención médica que padecen sobre todo los sectores mas desfavorecidos, que son los 53 millones de mexicanos pobres, y por el otro, generar oportunidades para la creación de pequeñas empresas, dedicadas al cultivo, procesamiento y venta de esta medicina milenaria.
Y no se trata de inclinarse a priori por los remedios caseros, sino respaldar con la ciencia, la medicina alternativa.
A veces, un vaso de agua con limón y bicarbonato de sodio, produce mejores efectos que una pastilla de Omeprazol para combatir la gastritis y la indigestión, a un precio bajísimo y sin efectos secundarios.
Claro que las empresas farmacéuticas pondrán en marcha su enorme poder corruptor e influencia, a través de todos los medios, para defender su negocio y tratarán de descalificar cualquier intento que redunde en la merma de sus escandalosas utilidades.
Sin contar con que estas enormes
Farmacéuticas financian las “investigaciones y estudios” de varias universidades y centros médicos